En la segunda vuelta de las elecciones en Colombia, fueron derrotadas electoralmente las fuerzas más reaccionarias y criminales de la burguesía colombiana. Pero mientras estas fuerzas sigan conservando su capital, sus tierras y su poder militar, la única paz que seguirá sufriendo el pueblo será la paz de los sepulcros.
El presidente electo, Gustavo Petro, consecuente con lo que viene expresando hace unos años, ratificó la misma noche de su elección que su tarea es seguir desarrollando el capitalismo. Sus propuestas de gobierno, como la transición energética, la reforma agraria sin expropiación y algunas medidas asistencialistas, apuntan a modificar algunas consecuencias del capitalismo, pero dejando intacta la explotación de la clase obrera, la apropiación privada por los monopolios de la riqueza socialmente producida y el poder de los latifundistas, el narcotráfico y los monopolios mineros en el campo.
Tanto Petro, como Boric y Obrador, deben su triunfo electoral sobre todo a grandes movilizaciones de insatisfacción contra las políticas de choque del capital que han pauperizado a los pueblos. Se han montado en grandes olas de protestas, y paradójicamente su rol es desactivarlas, esencialmente porque representan los intereses de la clase dominante, y es con ésta con quien asumen el compromiso de la estabilidad social para asegurar el desarrollo capitalista en periodo de crisis y el máximo de ganancia para los monopolios.
Los ejemplos recientes de México, Chile, e incluso Argentina y Perú, muestran los grandes riesgos para la clase obrera y los sectores populares de retroceder y someterse a la política de “paz social” que pregona la socialdemocracia latinoamericana. Día a día, estos gobiernos pactan y acuerdan con los sectores de la burguesía a los que prometían derrotar; y se alinean con uno u otro polo imperialista, particularmente con los Estados Unidos, como mostró la Cumbre de las Américas. Mientras tanto, presionan y chantajean a las fuerzas populares a ceder, y cuando ésto no se logra, no titubean en utilizar los mecanismos represivos para mantener la “paz social”, como los gobiernos de Boric y Obrador.
El capitalismo ha engendrado graves problemas sociales y económicos que azotan América Latina: la explotación de la clase obrera, pobreza extrema, millones de migrantes y desplazados, desempleo, racismo contra los pueblos originarios y afrodescendientes, opresión contra la mujer, la destrucción del medio ambiente, altos índices de crímenes y violencia paramilitar. En los últimos 70 años en América Latina han pasado gobiernos nacionalistas “revolucionarios”, socialdemócratas de viejo y nuevo cuño, incluso autodenominados “socialistas del siglo XXI”, que no han sido capaces de acabar permanentemente con ninguno de estos problemas.
Por tanto, el Partido Comunista de México no asume ninguna ilusión frente a estos gobiernos socialdemócratas. Frente a la disputa entre dos sectores de la clase dominante, y frente a las dos versiones de capitalismo que ofrecen, el “capitalismo salvaje” de las gestiones neoliberales o el “capitalismo democrático” de la socialdemocracia o el progresismo, la única disyuntiva a la que se enfrenta la clase obrera y los sectores populares es arreciar su lucha y movilización contra la barbarie capitalista, o someterse una vez más a un sector de la burguesía, hasta el desencanto y la desilusión.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
La Sección Internacional del CC del PCM