20 IMCWP, Written Contribution of CP of Argentina

11/15/18 5:45 PM
  • Argentina, Communist Party of Argentina Es South America Communist and workers' parties

La Argentina de Macri y las tareas del Partido Comunista

Atilio A. Boron[1]

Con el gobierno de Mauricio Macri la Argentina ha experimentado una doble involución. Por un lado, el tránsito desde una acotada democracia capitalista a un régimen semi-autoritario, una  “democradura”. El macrismo es un híbrido que en proporciones diversas según los casos combina algunos rasgos propios de una dictadura con las formalidades de una democracia meramente electoral. Por otro lado una segunda  transición desde un estado soberano a otro de carácter semi-colonial, presto a obedecer los mandatos emanados de Washington alineándose  incondicionalmente con la política exterior de Estados Unidos y, en fechas recientes, estableciendo un aberrante co-gobierno entre la Casa Rosada y el FMI.

En relación a la primera involución los gestos y las decisiones políticas adoptadas por la Casa Rosada han sido de una elocuencia ejemplar. Baste en cambio señalar la autocrática pretensión de designar por medio de un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) del Poder Ejecutivo a dos jueces de la Corte Suprema o la aplicación de una brutal terapia de shock para “sincerar” la economía argentina. “Sincerar” es un eufemismo acuñado por la derecha para ocultar el saqueo del “tarifazo”, la caída del salario real, el aumento del desempleo, la disparada inflacionaria, el vertiginoso crecimiento de la pobreza, la escandalosa transferencia de ingresos realizada a lo largo de estos casi tres años, producto de la eliminación de las retenciones (impuesto a las exportaciones) del agronegocio, la minería y los hidrocarburos, el fenomenal endeudamiento externo y la creación de las condiciones para facilitar una desorbitada fuga de divisas que fue la verdadera contrapartida de la deuda. En el terreno político se registra un debilitamiento del impulso democrático cuando se toman decisiones trascendentales sin ningún debate público y en función de criterios supuestamente técnicos. Un gobierno que se impuso en el balotaje con un exiguo 51.4 % de los votos y que actúa como si su legitimidad de origen reposara sobre un mandato popular conferido por el 70 % o más de los electores, sin reparar que se yergue sobre un país partido en dos y que la búsqueda del diálogo y el consenso tantas veces pregonado por los personeros de Cambiemos durante la campaña electoral del 2015 fue velozmente archivado una vez que Mauricio Macri llegara a la Casa Rosada. El caso de los desorbitados aumentos en los precios de los servicios esenciales como el agua, la electricidad, el gas y el transporte impuestos sin las necesarias audiencias públicas previas que establece la legislación argentina ilustra con elocuencia lo que venimos diciendo. Por otra parte, la misma composición del elenco gobernante con una significativa presencia de CEOs de grandes transnacionales echa luz sobre el carácter oligárquico del gobierno, que se ve ratificado no sólo por el origen social de los supuestos representantes de la voluntad popular encumbrados en las alturas del aparato estatal sino fundamentalmente por las políticas que promueven que, al menos hasta el momento, sólo han beneficiado a las clases dominantes y las grandes corporaciones y perjudicado al resto de la sociedad. Involución autoritaria que se confirma también cuando se nota la asfixiante uniformidad comunicacional (salvo muy contadas  excepciones) que sufre la Argentina desde que Macri derogara parcialmente la Ley de Medios –manotazo presidencial lamentablemente convalidado después por la Cámara de Diputados- cuyo objetivo era la democratización de la esfera pública. Por eso episodios tan graves como los que revelaron los Panamá Papers o los “aportantes truchos” (robo de nombres a personas que luego fueron puestas en un listado de contribuciones ilegales a la campaña del oficialismo) y que comprometen la propia figura presidencial y sus principales colaboradores, han sido meticulosamente blindados ante los ojos de la población por un sistema de medios cuya misión ya no es más informar sino manipular o confundir a la opinión pública. Vivimos un lamentable retroceso que empobrece la conciencia de la ciudadanía y carcome la vitalidad de la democracia porque ésta adquiere una existencia meramente espectral cuando lo que predomina en los medios de comunicación es una sofocante oligarquía. El resultado del ajuste salvaje hecho por el cogobierno Macri-FMI es una fenomenal crisis económica, macro devaluación del peso, tasas de interés del orden del 70 % anual, inflación proyectada del 45 % y un índice de desaprobación social del 62 % de la población. Todo esto con un endeudamiento de 153.000 millones de dólares utilizado para la especulación financiera y la fuga de divisas. Ni un hospital, ni una escuela, ni una nueva empresa pública, ni una universidad fue creada con el dinero de ese endeudamiento.

La segunda involución es la que se produjo cuando, sumado a lo anterior, el gobierno también abandonó cualquier pretensión de autonomía en materia de política exterior haciendo suya la agenda, las prioridades (¡y los conflictos!) de los Estados Unidos. La Argentina ya intentó probar las virtudes de la sumisión neocolonial en los nefastos años noventas, durante la presidencia de Carlos S. Menem. Sin recibir nada a cambio, ningún beneficio especial como recompensa a tanta obsecuencia oficial, se pagó un precio atroz por tanta obsecuencia: 106 personas perdieron la vida en los dos atentados en contra de la Embajada de Israel y la AMIA, en represalia por la participación argentina en la Primera Guerra del Golfo. ¿Por qué la historia habría de ser diferente esta vez? La vociferante ofensiva en contra de una política exterior latinoamericanista -la única sensata en un sistema internacional atravesado por amenazantes turbulencias- que se expresa en la deserción del macrismo frente a proyectos como los de la UNASUR y la CELAC nada bueno presagia para el tan cacareado como enigmático “regreso al mundo” de la Argentina. Precisamente, una inserción fecunda en él sólo será posible desde una postura de autonomía -por supuesto que siempre relativa- que preserve los intereses nacionales y no desde una condición de sumiso peón en un peligroso tablero mundial cuyas fichas el emperador mueve a su antojo, y solamente atendiendo a sus propios intereses y no a los de sus serviles vasallos. Donald Trump necesita de Argentina para hostigar a Venezuela y encuentra en el gobierno de Macri un fiel ejecutor de sus órdenes.  

 En menos de un año habrá elecciones en la Argentina. La derechización del clima ideológico internacional juega en contra de la restauración democrática y de una reorientación de la política nacional. El Partido Comunista de la Argentina impulsa la unidad del campo popular para derrotar el holocausto social que ejecuta el macrismo. Si se avanza en la unidad, la organización y la concientización del heterogéneo conjunto de fuerzas opositoras, si se elabora a tiempo un programa de salvación nacional basado en el Proyecto de Plataforma Programática que nuestro partido ha elaborado para enfrentar la crisis y si se adopta una adecuada estrategia de campaña -teniendo en cuenta, como lo enseña el triunfo de  Bolsonaro en el Brasil, el tremendo papel que hoy desempeñan las redes sociales, los “big data”, las “fake news” y toda la artillería de la “Cambridge Analytica”- las posibilidades de derrotar al macrismo no son pocas. Lenin nos enseñó que lo imposible puede convertirse en real. Será una tarea ardua pero inescapable. Sobre todo porque es muy necesaria, y no sólo para la Argentina. 

 

[1] Sociólogo. Doctor en Ciencias Políticas. Miembro del Comité Central del Partido Comunista de la Argentina. Director del CCC en Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). Ex Vicerrector de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ex Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)