6th IMCWP, Contribution of PADS

10/8/04, 12:45 PM
  • Algeria, Algerian Party for Democracy and Socialism [PADS] 6th IMCWP Es South America Communist and workers' parties

Athens Meeting 8-10 October 2004, Contribution of PADS
[Sp.]
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From: SolidNet, Tuesday, 18 January 2005
http://www.ifrance.com/pads , mailto:algerep@djazair.com
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Reuni�n De Partidos Comunistas Y Obreros Atenas, Octubre De
2004
La Agresividad Del Imperialismo Y El Frente
Antiimperialista

Partido Argelino Por La Democracia yEl Socialismo

La incapacidad del sistema capitalista de proporcionar un
desarrollo amplio y armonioso a escala mundial, as� como un
mejoramiento de las condiciones de vida de todos los
pueblos, aumenta su crisis.

La imposibilidad de superar la contradicci�n fundamental
del capitalismo se pone de manifiesto en la ampliaci�n de
la brecha entre el potencial productivo existente y las
necesidades sociales. En la etapa imperialista, esto obliga
al sistema capitalista a buscar soluciones fuera de sus
confines mediante el monopolio de los recursos naturales de
otras naciones, el control del flujo y los movimientos
financieros a nivel mundial y la transformaci�n del resto
del mundo en mercados para sus productos o en talleres
suministradores de mercanc�as baratas. Esta crisis genera
una serie de consecuencias tales como el desmantelamiento
de los derechos sociales conquistados, la regresi�n social
incluso dentro de los pa�ses imperialistas y la tendencia a
empujar a los pueblos y a los trabajadores hacia una
competencia regresiva que los obliga a renunciar a sus
derechos adquiridos no s�lo desde el punto de vista social,
sino tambi�n desde el punto de vista de sus luchas
sindicales y pol�ticas, con el fin de que acepten
condiciones de vida peores que las que ten�an en d�cadas
pasadas.

El resultado de esto es un conflicto entre una oligarqu�a
min�scula y amplios grupos de mujeres y hombres explotados
y oprimidos. El gigantesco aparato de la propaganda de la
burgues�a monopolista no puede disfrazar eternamente las
profundas causas de la pobreza del pueblo y de los
trabajadores, causas que guardan relaci�n con la propia
naturaleza socioecon�mica del capitalismo. Estas causas no
dependen de los rasgos psicol�gicos de los l�deres
capitalistas. A pesar del sentimiento de poder que los
caracteriza desde la desaparici�n de la URSS, los ide�logos
del capitalismo no pueden contener su ansiedad y su
preocupaci�n respecto a la capacidad del capitalismo para
enfrentarse indefinidamente a esta gran masa de personas
que han sido lanzadas a una vida precaria.

Toda potencia capitalista act�a del mismo modo para tratar
de obtener cada vez m�s ganancias para su burgues�a
monopolista y se est� enfrentando a las mismas
contradicciones. La lucha por el control de esferas de
influencia m�s amplias y un nuevo reparto del mundo
aumentan las contradicciones entre las potencias
imperialistas. Los acuerdos temporales hechos aqu� y all�
para repartirse los despojos de los pueblos derrotados o
que caen bajo su dominio (como los del antiguo sistema
socialista) y para controlar a su clase obrera, mediante
normas legales y pol�ticas comunes que los capitalistas
tratan de imponer juntos, no eliminan los antagonismos que
surgen inevitablemente entre las potencias imperialistas.
Por el contrario, estos antagonismos tienden a aumentar.
Todas esas contradicciones insuperables est�n en las ra�ces
de la agresividad de los pa�ses imperialistas y,
especialmente, del mayor y el m�s poderoso de ellos: los
Estados Unidos de Am�rica.

Los trabajadores y los pueblos del mundo se est�n
enfrentando a una gran ofensiva. Los l�deres de los pa�ses
que se resisten a ella, como son los casos de Cuba,
Venezuela o Corea, se convierten en el blanco de campa�as
propagand�sticas difamatorias que se adaptan a cada caso
particular y que utilizan cualquier pretexto, ya sea el
tema nuclear o el de los derechos humanos, para justificar
eventuales intervenciones armadas que conduzcan a esos
pueblos a la sumisi�n y a no tratar jam�s de vivir en otro
sistema. La intervenci�n estadounidense en Iraq, que
pretend�a derrocar al cruel y dictatorial r�gimen del
Partido BAAS, responde al mismo tiempo al objetivo de los
Estados Unidos de apoderarse del petr�leo iraqu� y amenazar
a los pueblos y a los l�deres que no aceptan su dominaci�n.
Estas amenazas no s�lo est�n dirigidas contra los l�deres
progresistas o antiimperialistas, sino tambi�n contra todos
aquellos, incluso representantes de reg�menes feudales o
capitalistas, que son un obst�culo para la ampliaci�n de
las esferas de influencia de los pa�ses capitalistas y para
el control de zonas que sus planes consideran que son
estrat�gicas para frenar la influencia de potencias
rivales.

La presi�n ultrarreaccionaria imperialista choca con la
resistencia de movimientos que se oponen a la hegemon�a de
empresas multinacionales. El movimiento "por un mundo
distinto" refleja la ira de grandes sectores sociales, de
trabajadores y de categor�as sociales intermedias afectadas
por la evoluci�n regresiva del capitalismo. El derrumbe del
sistema socialista no impidi� la entrada de amplios
sectores en la lucha contra las consecuencias de la
dominaci�n capitalista. El movimiento que se desarroll� en
todas partes del mundo contra los preparativos de la guerra
desatada por los Estados Unidos forma parte de las nuevas
fuerzas que se oponen a las manifestaciones de la hegemon�a
imperialista. Pero, en estos momentos, dicho movimiento
carece de perspectivas y a menudo se gu�a por corrientes
reformistas que no quieren abrirse a la demanda de abolir
la propiedad capitalista sobre los grandes medios de
producci�n. Esta actitud provoca cierto desaliento ante la
incapacidad para impedir, fundamentalmente, que los l�deres
capitalistas se obstinen en llevar a nuestro planeta hacia
una conflagraci�n mundial.

En Argelia, la movilizaci�n popular y el movimiento
antiimperialista organizado han experimentado un reflujo
relativo a pesar del persistente poder del sentimiento
antiimperialista tradicional basado en los ideales que
cristalizaron durante la guerra de liberaci�n y en la
primera d�cada posterior a la independencia del pa�s.
Durante casi veinte a�os, una parte importante de la clase
media baja, tanto urbana como rural, se sum� a las
aspiraciones nacionales y democr�ticas de la clase
trabajadora. Los representantes de esas categor�as sociales
intermedias, que hab�an llegado al poder gracias al lugar
que hab�an ocupado en la direcci�n de la lucha contra el
colonialismo, atacaron las posiciones econ�micas de la
antigua metr�poli colonizadora y las de los dem�s pa�ses
capitalistas. Al mismo tiempo, ellos tomaron decisiones
econ�micas y sociales con el fin de eliminar las relaciones
pre-capitalistas obsoletas y contener te�ricamente las
manifestaciones de un desarrollo capitalista. En el �mbito
externo, ellos hab�an apoyado las luchas de los pueblos
colonizados desde el punto de vista pol�tico y material,
as� como tambi�n hab�an promovido acciones para que los
pa�ses del Tercer Mundo, que estaban dominados
econ�micamente, se reunieran con el fin de lograr un nuevo
orden internacional y se libraran de la dominaci�n de las
empresas multinacionales. Estas fuerzas han dirigido el
movimiento antiimperialista argelino de un modo hegem�nico
para impedir que los comunistas asuman el liderazgo. Estas
fuerzas lo han impregnado con sus ilusiones y sus
confusiones, especialmente con su tendencia a colocar a los
pa�ses capitalistas y socialistas al mismo nivel, bajo la
bandera del no alineamiento. El r�pido crecimiento
econ�mico de Argelia ha tra�do como resultado la formaci�n
de importantes sectores de la clase media en el comercio y
la industria, as� como la ampliaci�n de estratos
burocr�ticos dispuestos a utilizar los ingresos
provenientes del petr�leo como un medio para el
enriquecimiento de las clases dominantes y no como un medio
para financiar el desarrollo. Estas capas sociales han
eliminado del poder a los elementos progresistas de la
clase media baja y han iniciado un proceso de
reconciliaci�n con las potencias imperialistas. Una parte
importante de ellas se ha aliado abiertamente con el
imperialismo. Los m�s reaccionarios han alentado el
desarrollo del islamismo y le han dado alas al imperialismo
con el env�o de miles de argelinos a Afganist�n. De
inmediato se ha considerado al islamismo como un movimiento
hostil a los ideales progresistas y antiimperialistas
tradicionales. Las potencias imperialistas lo han utilizado
como un medio para llevar a las clases dominantes a la
rendici�n total, al abandono de toda intenci�n de mantener
su libertad de decisi�n.

Las clases de los propietarios han fortalecido sus
posiciones econ�micas frente a los trabajadores y las masas
populares. Al amparo de la liberalizaci�n del comercio
exterior en la d�cada de los a�os 90 y con el
empobrecimiento de las masas populares mediante la
aplicaci�n de un cruel ajuste estructural, dichas clases
han recuperado su poder financiero. Como es natural, tratan
de conservar y ampliar su insolente privilegio y para ello
se protegen del pueblo mediante una alianza objetiva con
los pa�ses imperialistas. Asustadas por eventuales
intervenciones armadas como la ocurrida en Iraq, buscan las
bases para lograr un acuerdo con esas potencias que las
haga parecer "lo m�s inofensivas" posibles. El
establecimiento de relaciones con la OTAN y los
preparativos para el ingreso de Argelia en la OMC (que,
indudablemente, no est� justificado) reflejan este proceso
de su sumisi�n a los deseos imperialistas y de su retirada
deliberada del frente antiimperialista. Al mismo tiempo,
les impiden a las masas populares expresar sus sentimientos
antiimperialistas y para ello se valen de las leyes que
rigen el estado de emergencia impuesto desde el desarrollo
del terrorismo fascista isl�mico en 1992.

En realidad, aunque se han visto obligados a mantener una
actitud defensiva, durante toda la d�cada de los a�os 90
del siglo XX el movimiento democr�tico general y la
corriente proletaria progresista y democr�tica han
continuado desarrollando la lucha antiimperialista, al
tiempo que consideran que su prioridad es la lucha contra
el fascismo isl�mico que el imperialismo hab�a alentado de
diferentes formas, algunas veces abiertamente, hasta el 11
de septiembre de 2001. Pero las heridas que el movimiento
democr�tico general y la corriente proletaria progresista
han sufrido desde 1980 los han debilitado tanto que los
sectores m�s autoritarios y antipopulares de la burgues�a y
de la burocracia son los que han asumido la direcci�n de la
lucha contra el fascismo isl�mico. No obstante, mientras
aplican las medidas econ�micas y sociales que dictan las
instituciones financieras internacionales, las capas
sociales dominantes y dirigentes tratan de conservar cierto
poder de decisi�n para poder beneficiarse de los ingresos
provenientes del petr�leo. Algunas veces se muestran algo
reacias frente a las presiones de los pa�ses imperialistas
cuando ellos traspasan el l�mite de lo que pueden
considerar como tolerable desde el punto de vista de su
supervivencia como clases due�as del poder.

Los ajustes estructurales han afectado a amplios sectores
de la clase media baja tanto urbana como rural. Estos
sectores han ampliado las bases sociales de un nuevo frente
antiimperialista que est� desierto y que sufre los ataques
de importantes fracciones de la burgues�a, especialmente de
la burgues�a entreguista. Las consecuencias sociales de los
ajustes estructurales han llegado a tal punto que, durante
estos �ltimos a�os, muchas categor�as sociales de
trabajadores asalariados: maestros, m�dicos, param�dicos,
empleados de la administraci�n p�blica y j�venes
procedentes de barrios marginales, han participado por
primera vez en las luchas sociales. Estos ajustes no han
provocado una proletarizaci�n que equilibre de un modo
positivo la destrucci�n econ�mica realizada sobre la base
de las �rdenes del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Incluso han ocasionado una disminuci�n en la importancia
num�rica de la clase de los trabajadores industriales. Esta
situaci�n hace que aumente en cierto modo el peso de capas
sociales degradadas que forman parte de la base de los
movimientos fundamentalistas isl�micos. Estos movimientos
tratan de desviar el sentimiento antiimperialista
espont�neo para orientarlo hacia un camino
ultrarreaccionario de enfrentamiento con el "hereje"
Occidente.

Los comunistas nos enfrentamos a una gran responsabilidad.
Debemos desarrollar un intenso trabajo pol�tico e
ideol�gico con las masas populares y explicarles que es
necesario movilizarnos para luchar contra los ajustes
estructurales impuestos por el FMI y el Banco Mundial, para
fortalecer la solidaridad internacional contra la
dominaci�n imperialista, para rechazar las visiones
retr�gradas fomentadas por los isl�micos, arrebatarles a
los j�venes enga�ados por su propaganda y devolverles la
esperanza frente al desaliento generado por las pr�cticas
antidemocr�ticas del poder.