10 IMCWP, Contribución of PPS of México [Sp.]

11/28/08 4:23 AM
  • Mexico, Popular Socialist Party of Mexico Es
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LA UNIDAD DE ACCIÓN DE LOS PARTIDOS COMUNISTAS Y OBREROS EN LA LUCHA ASCENDENTE DE LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA HACIA SU LIBERACIÓN Y EL SOCIALISMO HOY.
EL CASO DE MÉXICO.
Aporte del Partido Popular Socialista de México en el 10º Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros, Sao Paulo, Brasil, 21 al 23 de noviembre de 2008.
Con nuestro saludo fraternal a los partidos comunistas y obreros del mundo y destacadamente a los anfitriones, del Partido Comunista de Brasil. Cuauhtémoc Amezcua Dromundo. Primer Secretario.
1. Las crisis específicas y la crisis general del capitalismo mundial
Con el estallido de la burbuja financiera detonada por los préstamos hipotecarios subprime en Estados Unidos, el sistema capitalista mundial ha entrado de manera franca en una crisis que se venía anunciando años atrás, y que hasta los teóricos al servicio del sistema coinciden en valorar como impredeciblemente profunda. No es la única que vive ese régimen, sino que está inmerso de manera simultánea en las crisis energética, alimentaria, climática y ecológica, que se interconectan y retroalimentan. Estas crisis específicas –que por su gravedad amenazan la subsistencia de la civilización y la misma humanidad- en su conjunto constituyen la expresión actual de la crisis general que afecta al sistema capitalista en la esfera planetaria. La globalización neoliberal agudizó las contradicciones del sistema de la propiedad privada de los medios de producción y cambio durante el último cuarto de siglo, y con ello aceleró la crisis. La tendencia es hacia una profundización mayor.
La crisis del sistema capitalista, como lo develó Marx y la vida lo comprueba, es fruto de contradicciones internas que este sistema es incapaz de resolver, y que la propia crisis estimula de nueva cuenta en una retroalimentación progresiva. La crisis agudiza la contradicción interimperialista y la intercapitalista, de manera que hoy Estados Unidos—potencia todavía poderosa pero declinante- enfrenta los desafíos de otras naciones dentro del propio sistema. La crisis recrudece asimismo la contradicción fundamental de clase, de los trabajadores respecto de la burguesía que se apropia del fruto de su trabajo. La crisis profundiza de igual manera el antagonismo entre el imperialismo y los pueblos del mundo, que hoy emprenden una rebelión, ya generalizada, sobre todo en el Medio Oriente y en América Latina.
Para los países latinoamericanos, igual que para otros, del mundo, queda muy claro que no existe porvenir en el ámbito de un “capitalismo remozado”, tesis falsa de los terceristas, porque ese sistema hace tiempo agotó su posibilidad histórica, y la vida lo muestra así día con día. La perspectiva única está en una sociedad sin clases sociales, sin propiedad privada de los medios de producción y cambio, una sociedad socialista y comunista. Avanzar hacia ella, éste es nuestro desafío.
2. La naturaleza compleja de la lucha de los pueblos de América Latina hacia su liberación nacional y regional, y hacia el socialismo, y la unidad de acción de los partidos comunistas y obreros.
En el sistema capitalista mundial, formado desde finales del Siglo XIX y cada vez más con dos clases de países, a los de América Latina y el Caribe, por razones históricas, les tocó estar entre los que son víctimas de toda clase de despojos y atropellos por parte de las potencias imperialistas. No pudo ser de otra manera. Nuestros países, atrapados en el régimen colonial que les impusieron las coronas española y portuguesa, no tuvieron acceso al desarrollo capitalista en el momento adecuado ni pudieron ya seguir, por tanto, todo el camino posterior de los que sí lo hicieron, y que fuera examinado por Lenin: nuestros países no pasaron a la fase del capitalismo monopolista de Estado y la exportación de capitales.
Los países imperialistas se aprovechan del rezago de los nuestros: nos despojan de nuestros recursos naturales, saquean nuestras economías por mecanismos múltiples y someten a su dominio político a nuestros Estados “nacionales”, que así, pasan a ser, en buena medida, una suerte de aparatos administrativos al servicio del imperialismo internacional y sus esbirros locales. De ahí la naturaleza compleja de nuestra lucha revolucionaria, pues al tiempo que tenemos que luchar contra el imperialismo –por nuestra plena independencia económica y política-, tenemos que hacerlo también por la emancipación de la clase trabajadora, es decir, por la construcción de sociedades libres de la explotación del hombre por el hombre.
En este marco, el Partido Popular Socialista de México razona que en nuestros países:
a. La parte más aguda de la contradicción principal tiene un carácter múltiple y se da entre el imperialismo y el conjunto de clases y sectores sociales que expolia, que son todas, salvo una pequeña elite compuesta, en la mayoría de los casos, por una oligarquía terrateniente, y en algunos otros por un sector de la burguesía, proimperialista y subordinado;
b. Esa contradicción múltiple es la que ya ha madurado y exige ser superada para destrabar las fuerzas productivas, obteniendo la independencia plena, económica y política de cada uno de nuestros países y de todo el conjunto de lo que José Martí denominó de manera acertada Nuestra América;
c. Esta fase de la revolución que se propone, en consecuencia, la liberación nacional y regional respecto del imperialismo, es la que se está desplegando hoy en América Latina de una manera vigorosa. Esta fase de la revolución, que se halla en pleno ascenso, pretende expulsar del poder a la burguesía subordinada al imperialismo y sustituirla, no de manera indispensable en lo inmediato, por la dictadura del proletariado –excepto donde las condiciones así lo permitieran- pero tampoco permutarla por una burguesía nacional que en la mayoría de los casos –entre ellos el de México- no existe como clase que pueda aportar alguna fuerza real a la lucha contra el imperialismo. Su perspectiva está en reemplazar a la burguesía proimperialista por un bloque popular variado, con la participación indispensable de la clase obrera y su partido;
d. Porque en esta fase de la revolución la clase obrera, que es la clase social revolucionaria por excelencia, y su partido, el partido comunista –con el nombre concreto que por razones históricas tenga en cada lugar, pero con los rasgos inconfundibles de partido de la clase obrera- ha de ejercer una función sobre todo como aglutinante, guía y organizadora del conjunto todo, como ya lo señalaban Marx y Engels desde el Manifiesto. Los partidos comunistas y obreros han de desplegar una gran capacidad de unidad en la acción, con todas las demás fuerzas potencialmente antiimperialistas, y así lo vienen haciendo.
e. La revolución de liberación nacional para nuestros países no es distinta en su esencia ni se halla a distancia secular de la revolución socialista, sino que están dialécticamente unidas. La revolución por nuestra segunda y definitiva independencia no puede tener como punto final un régimen de democracia burguesa capitalista, supuestamente “independiente del imperialismo”, que desenvuelva su proceso histórico por décadas, hasta que envejezca y abra paso a una nueva fase, como se pensó en algún tiempo. Esa posibilidad no existe en las condiciones del sistema capitalista mundial decrépito de hoy. Por el contrario, es indispensable la unidad dialéctica entre ambas fases de la revolución porque, como lo demuestra la experiencia, las que no avanzan con decisión hacia el socialismo en la coyuntura oportuna, como lo hizo, por ejemplo, la Revolución Cubana en su momento, se frustran; fracasan también en su intento liberador y regresan esas naciones a la etapa del capitalismo subordinado, de lo cual también hay ejemplos y son varios;
f. De esta manera es como se hermana y complementa, en el caso de América Latina, en un mismo momento histórico, el pensamiento marxista, como método de estudio de la realidad y como teoría general de la transformación de las sociedades humanas, con los ideales de Bolívar, Juárez, Martí y nuestros demás próceres, cuyos ideales muestran su vitalidad y su vigencia.
3. Ascenso de la lucha revolucionaria en América Latina, hoy
El avance de nuestros pueblos en la lucha por su liberación en los dos últimos lustros, ha sido notable. Dejamos atrás el momento crítico en el que Cuba estaba sola en toda la región, a partir de la segunda mitad de la década de los noventa, acosada de manera brutal por el imperialismo y sosteniendo con heroica dignidad los principios del socialismo y, junto con ellos, los del derecho de nuestros pueblos a su soberanía plena, a su independencia y autodeterminación, sin un solo Estado nacional del continente que la respaldara, ni siquiera ya el Estado mexicano, que por décadas había mantenido una relación de amistad y respeto a su proceso revolucionario. Pero sucedió que en el marco de la globalización neoliberal, el Estado mexicano fue capturado por un fragmento de la burguesía subordinado al imperialismo y sustentado por éste y, bajo ese nuevo predominio, renegó de la política que había seguido históricamente, desde la época del presidente Juárez casi hasta finales del siglo XX, de fidelidad a los principios de autodeterminación de los pueblos y no intervención. Se habla aquí de Estados, no de pueblos, porque el caso es distinto; los pueblos nunca han dejado a Cuba sola, ni el de México ni otro alguno de la región ni del mundo, sino que le han brindado su solidaridad fraternal y combativa en todo momento.
Ahora bien, en el último decenio, gracias al ascenso en la lucha de la clase obrera y los pueblos de nuestra región, pasamos a una situación distinta, la de hoy, en la que Cuba ya no está sola; tenemos el ALBA y la UNASUR, promisorios bloques cuya novedad más valiosa radica en que para nada se subordinan al imperialismo, sino que incluso se atreven a desafiarlo.
Por cuanto a procesos nacionales, hay cambios significativos en casi todos los países de la región, en el sentido del avance de la clase obrera y los pueblos, con las peculiaridades de las formas de lucha, los ritmos y las circunstancias concretas de cada uno. Más allá de la movilización generalizada de los pueblos, que ha sido el factor más destacado en esta etapa; más allá de la rebelión que en todas partes se ha desatado, contra el imperialismo y sus servidores internos, no hay duda de que sería un absurdo y un error hoy, como lo ha sido siempre, pretender una única forma de lucha, una vía única en todo el subcontinente. Habiendo cambios progresivos en todas partes, en esta ponencia sólo referiremos algunos aspectos de los casos de Venezuela y Bolivia, por sus significativas singularidades.
En el caso de Venezuela, el carácter antiimperialista de su Revolución Bolivariana, que al principio era implícito, se ha acentuado y clarificado cada vez más por razones de su propia dinámica interna, pero también, entre otros factores, por su positiva interacción con la Revolución Cubana. La Revolución en Venezuela ya no elude hablar de su futuro socialista, aunque es evidente que esa perspectiva por hoy apenas se escudriña y sabemos que a ese régimen superior no se puede llegar por decreto ni sin una definición clara, sino sólo como resultado de un complejo proceso ideológico y organizativo del cual, el PPS de México está seguro que al Partido Comunista de Venezuela nadie podrá excluirlo de manera arbitraria, como a veces se intenta equivocadamente. Es un destacamento de combatientes de primera fila, un partido firme, de principios, forjado en luchas intensas y con hondas raíces en la historia venezolana, que sin la menor duda está llamado a desempeñar una función medular. El proceso venezolano, a pesar de que tiene sus tropiezos, que en todo proceso los hay, es sin embargo sumamente valioso. Es de destacarse su inestimable participación en la solidaridad con la Revolución Cubana, sobre todo en una etapa en que el imperialismo yanqui ha endurecido el bloqueo contra la Patria de Martí, Fidel, el Che y Raúl. Y es de resaltarse su contribución a las condiciones generales para el ascenso de la revolución liberadora en casi toda la región latinoamericana. Consideramos tarea de todos los comunistas de la región y del mundo contribuir al desarrollo y consolidación de la revolución en Venezuela, en el marco del internacionalismo proletario y con respeto absoluto a las decisiones de nuestros hermanos, los comunistas venezolanos.
Y en el caso de Bolivia se da un proceso revolucionario asimismo digno de plena atención y solidaridad, puesto que día con día libra duras batallas hacia su liberación nacional y hacia la construcción de un futuro superior, que no podrá ser otro, a fin de cuentas, que la construcción de una sociedad socialista y comunista.
4. La unidad en la acción y el proceso revolucionario en México, hoy
Las condiciones objetivas para el cambio revolucionario en México en la ruta hacia su liberación respecto del imperialismo, están dadas. Las condiciones subjetivas, por su parte, avanzan en su proceso de construcción. La lucha de la clase obrera y sus aliados, por tanto, ha entrado en una fase de significativo ascenso, igual que sucede en general en América Latina. En nuestro caso, el punto de inflexión se dio hace cosa de diez años, en 1999, cuando por primera vez la clase obrera y, en general, el movimiento popular, asestaron su primera derrota al imperialismo y sus servidores internos. Reseñaremos brevemente el proceso que llevó a ese momento y el que se ha seguido después:
a) El gran retroceso histórico:
El primer gobierno sumiso a los dictados del Consenso de Washington, fue el de Miguel de la Madrid –1982-1988-, y de manera más profunda cada vez, los de Carlos Salinas de Gortari –1988-1994; Ernesto Zedillo -1994-2000-; Vicente Fox –2000-2006-, y el actual, de Felipe Calderón.
Miguel de la Madrid hizo modificar la Constitución para que el gobierno tuviera la facultad de privatizar las empresas públicas, lo que no podía hacer legalmente hasta entonces. Redujo la participación del Estado en la economía de 45 ramas a 23, y de 1155 empresas, a 412, y privatizó también 36 productos petroquímicos, en este caso por la tramposa vía de su reclasificación por decreto, declarando que dejaban de pertenecer a la petroquímica básica, que está reservada en exclusiva al Estado, y pasaban a la secundaria, a la que accede el capital privado.
Pero Carlos Salinas de Gortari siguió reclasificando los productos petroquímicos, hasta que dejó sólo 8 reservados al Estado. Otra de sus acciones nefastas, fue la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con Estados Unidos y Canadá, que ha sido un eficaz instrumento jurídico hacia la anexión de México en condiciones de subordinación a la potencia yanqui. El TLCAN ahondó la apertura sin barreras a capitales y mercancías iniciada en el sexenio anterior; avanzó en lo cualitativo en las privatizaciones, con empresas altamente productivas, como los bancos, la telefonía y la siderurgia, entre otros. Creó las condiciones jurídicas para dar paso a lo que se ha llamado la privatización furtiva de la industria eléctrica, al establecer la figura de los productores independientes en la Ley de Energía. Acabó con la Reforma Agraria, al modificar el artículo 27 de la Constitución, dando paso al proceso de privatización del Ejido, de destrucción de toda posibilidad de soberanía alimentaria y de brutal empobrecimiento de los campesinos mexicanos que, desde entonces, sólo han tenido como perspectiva de sobrevivencia, la huída hacia el otro lado de la frontera norte, como emigrantes indocumentados.
Ernesto Zedillo, por su fidelidad al Consenso de Washington, ha sido premiado por el capital transnacional, que, ya en su condición de ex presidente, le ha conferido altos puestos dentro de los consejos directivos de grandes empresas, algunas de las cuales benefició en su época de presidente, entregándoles ramas de la economía que eran del Estado, en condiciones casi de regalo u otorgándoles otras concesiones. Zedillo privatizó la comunicación satelital, los ferrocarriles, los puertos y aeropuertos y la aeronáutica; abrió la banca, ya privatizada pero restringida hasta entonces al capital nacional, al extranjero, y creó las llamadas Afores, mecanismo por el cual la seguridad social perdió su carácter solidario y pasó al régimen individualista, generando un rubro de alto lucro para el capital financiero internacional; además de haber sido el primer gobierno que se atrevió a asumir una política francamente irrespetuosa e injerencista contra Cuba, situación a la que no habían llegado De la Madrid ni Salinas, pero que fuera llevado a posiciones todavía más extremas por su sucesor, Vicente Fox.
Durante estos gobiernos, se emprendió el proceso de destrucción de una incipiente vida democrática, que de manera penosa se había ido edificando durante medio siglo de luchas, y se erigió un sistema electoral, político y de partidos corrupto y mercantilizado, diseñado para que sirva sin condiciones a los proyectos del imperialismo, al que de manera paradójica la propaganda llamó “transición a la democracia” y que subsiste hasta hoy, sistema que en realidad constituye una verdadera dictadura de clase, la del sector entreguista de la burguesía.
Desde 1994, el año del TLCAN, ningún partido político de la clase obrera tiene derecho a participar en las elecciones nacionales ni regionales; o se les arrebató de manera arbitraria el registro electoral, como al Partido Popular Socialista –hoy Partido Popular Socialista de México-, o a causa de sus inconsistencias ideológicas, se diluyeron en partidos que se asumen pluriclasistas y terceristas, como sucedió al Partido Comunista Mexicano, que acabó subsumido en el actual Partido de la Revolución Democrática, PRD, que para colmo está enfrascado en encarnizadas y eternas luchas por posiciones, entre una multitud de grupos internos para los cuales, tales posiciones significan recursos económicos cuantiosos que se manejan de manera discrecional. Por eso, el sistema electoral, el sistema político y de partidos cayeron en un profundo desprestigio en México y son vistos con la mayor desconfianza por las masas populares. Las cifras de los ciudadanos que no votan mantienen una tendencia creciente.
Desde sus inicios, los gobiernos de la burguesía proimperialista enfrentaron luchas de resistencia de diversos grupos y organizaciones contra el embate neoliberal, sobre todo de obreros cuyas empresas fueron privatizadas y acabó desapareciendo su fuente de trabajo, y también de trabajadores de empresas privadas, que les impusieron retrocesos en las condiciones de trabajo, y de campesinos, que se opusieron a las reformas a la legislación agraria, entre otras. Pero casi todas las luchas populares, en los primeros años, fueron derrotadas.
b) 1999, el punto de inflexión e inicio del ascenso de la lucha en México:
Sin embargo, las políticas depredadoras de los gobiernos de la burguesía subordinada han tenido la virtud de agudizar la contradicción múltiple que se da entre el imperialismo y el conjunto de clases y sectores sociales que expolia, y de contribuir, contra su voluntad, a la maduración de las condiciones objetivas para el cambio revolucionario.
El primer gran movimiento victorioso contra el neoliberalismo surgió a inicios de 1999, con el nombre de Frente Nacional de Resistencia contra la Privatización de la Industria Eléctrica, que logró impedir que el gobierno de Ernesto Zedillo modificara la Constitución de la República, que establece que esta industria y la del petróleo son de la exclusiva competencia del Estado. Zedillo quería cancelar la exclusividad y entregar esta industria energética al capital transnacional. Era un paso de mucho fondo, en el camino iniciado por De la Madrid y profundizado por Salinas, que amenazaba ahora a una industria vital para el desarrollo independiente de México. Muchos nos lanzamos a la lucha, entre otros, muy destacadamente los obreros del Sindicato Mexicano de Electricistas –organización de raigambre histórica-, que no sólo defendían su fuente de trabajo y su contrato colectivo, sino también un patrimonio fundamental del pueblo. El FNRCPIE fue un frente amplio, un ejemplo de unidad en la acción en el que participaron sindicatos, grupos sociales de tipos diversos, partidos de izquierda y personalidades a título individual, que fue capaz de desplegar una lucha intensa, de masas, y frustró el proyecto de Zedillo y sus patrocinadores del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las empresas transnacionales que explotan los energéticos en el mundo, entre otros.
El gobierno de Vicente Fox, cuarto de la época de los entreguistas desembozados, tan pronto llegó a la presidencia, retomó con toda la fuerza que pudo la propuesta de la privatización de la industria eléctrica en el texto de la Constitución, junto con otras también de la misma línea neoliberal, que pasaron a ser llamadas “reformas estructurales”. Pero el movimiento de masas que se ha ido construyendo contra las políticas neoliberales, también se ha ido desarrollando. En el aspecto cuantitativo, han proliferado los brotes de resistencia en todas partes del país, en una dinámica explosiva que sólo tiene paralelo, en México, con lo que sucedía hace cien años, en vísperas del tremendo estallido revolucionario de 1910. Y en el aspecto cualitativo, diversos referentes de la lucha popular van llegando a la conclusión correcta de que es necesario combatir ya no únicamente a los enemigos particulares de tal o cual sector, de una u otra región del país, sino a la clase social dominante, la burguesía subordinada, y todavía más, a la fuerza externa que sostiene a esta burguesía, sin cuyo soporte nada significaría: el imperialismo, que es el enemigo común, verdadero y fundamental de la clase obrera y de todos los sectores populares en el caso de México y los demás de América Latina y el Caribe. Así es como se va conformando un gran frente antiimperialista, con grandes perspectivas de victoria, un gran movimiento de masas cada vez mejor articulado.
c) La alentadora situación actual
2008 ha sido un año en el que se ha agudizado aun más la lucha de clases en México. La burguesía subordinada cierra el año sin cejar en su intención de facilitar a sus amos una expoliación más intensa de los trabajadores y un saqueo cada vez mayor del país, pero sin haber logrado avances importantes en sus fines. La clase obrera, por su parte, cierra el año habiendo capitalizado experiencias de lucha valiosas que le han permitido elevar su combatividad, avanzar en su articulación y cobrar cada vez mayor conciencia sobre la verdadera identidad de su enemigo fundamental, su naturaleza y las vías para derrotarlo. De hecho, el ascenso de las luchas populares va haciendo que llegue el momento en el que ya el imperialismo y sus lacayos no puedan imponer sus decisiones de manera impune, como lo venían haciendo hasta hace poco tiempo, aunque todavía no se alcanza a dar el viraje en cuando a la correlación de fuerzas, que permita pasar a la ofensiva.
No todo en los movimientos populares camina al mismo ritmo, es natural; tampoco todo, entre las distintas fuerzas, corrientes y agrupaciones en lucha. Algunas que habían logrado enormes movilizaciones de masas, muy promisorias por la fuerza numérica y espíritu de combate que alcanzaron, como es el caso de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, APPO, hace tiempo está estancada, ocasionado esto, en parte por la represión, que ha sido brutal, y también por la fatiga; pero viendo las cosas desde el ángulo de la indispensable autocrítica revolucionaria, también en buena medida por haber permitido que, en su seno, germinaran focos de oportunismo y de sectarismo entre algunos de sus componentes, que luego cayeron en disputas por intereses deleznables. No obstante, el movimiento popular de Oaxaca acumuló valiosas experiencias, y en su seno actúan fuerzas con la capacidad suficiente como para reencauzar la lucha y llevarla a planos más altos, hasta la victoria. El movimiento de los trabajadores mineros y metalúrgicos se mantiene activo y vigoroso, sin haber permitido que los intereses patronales, amafiados con el gobierno de Felipe Calderón, destruyan su unidad sindical ni disminuyan su capacidad de lucha. El movimiento campesino ha tenido momentos de ascenso y puede entrar en una nueva dinámica, intensa, en fechas cercanas.
Una victoria significativa del movimiento popular ha sido la que logró el Frente Nacional en Defensa del Petróleo, al hacer fracasar los intentos de la burguesía proimperialista porque se aprobaran instrumentos jurídicos que dieran pasos relevantes hacia la privatización del energético, que fuera nacionalizado en 1938 por el presidente Lázaro Cárdenas, atendiendo a la exigencia de la clase obrera y el pueblo. Un dato interesante es el del papel que desempeñó en lo individual, en esta lucha, Andrés Manuel López Obrador, que sumó su capacidad de convocatoria a la misma, habiéndose convertido en los hechos en un aliado importante del movimiento popular en este tema concreto. Más allá de la estrechez clasista e histórica que imprimió a sus explicaciones del problema, lo importante es que asumió la tarea de la defensa del petróleo con dedicación, aunque nunca le diera el significado profundamente antiimperialista que tiene. El hecho es que López Obrador ha avanzado, de su época de candidato presidencial a la actual. Cuando candidato, por ejemplo, enarboló una propuesta asistencialista bajo el lema de “por el bien de todos, primero los pobres”, como la cuestión central; respecto del neoliberalismo nunca consideró necesario combatirlo ni eliminarlo sino sólo “limar sus aristas más filosas” y, frente al asunto de las privatizaciones, si bien no se proclamó partidario de ellas, sí estableció para la tranquilidad del capital financiero y corporativo internacional, que su gobierno “no tendría mentalidad estatizadora”. Y sobre el sensible tema del petróleo, su opinión se pareció entonces a la que combatiría después, en el sentido de abrir ciertos espacios al capital privado, como lo propusiera el gobierno de Calderón. La vida ha puesto a AMLO, sin embargo, en la tesitura de avanzar en sus concepciones en un sentido correcto, pero no se puede decir aun hoy que se trate de un antiimperialista ni mucho menos.
Junto con la batalla contra la privatización del petróleo, la otra más destacada ha sido en el último año la que libran los maestros de escuela en todo el país, movilizados contra dos proyectos igualmente negativos, lanzados por el gobierno y las fuerzas más reaccionarias. Uno es el que tiende a privatizar la seguridad social de los trabajadores al servicio del Estado, como ya se hizo años atrás con la de los trabajadores de empresas privadas; el otro, el denominado Acuerdo por la Calidad Educativa, que atenta contra la escuela pública y el carácter avanzado que todavía conserva la educación en México. Los maestros de escuela están en pie de lucha en todo el país y han escenificado combates sociales memorables.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional hace tiempo que pasó a una posición de virtual silencio, manteniéndose, en los hechos, al margen de las luchas, por lo menos así ha sido la tónica en el año que concluye.
El principal referente de las luchas populares lo sigue siendo el Diálogo Nacional por un Nuevo proyecto de Nación, frente en el que concurren más de 600 organizaciones sociales y políticas de diversos tipos, y que enarbola un programa de contenido claramente antiimperialista y emancipador. De hecho, el Diálogo Nacional ha sido el alma de las grandes movilizaciones populares de los últimos años, mismas que han logrado frenar los intentos, casi todos, del imperialismo y sus lacayos.
Como en los otros movimientos que han estallado en México, en este gran frente ha venido actuando nuestro partido de manera tenaz, uniendo fuerzas con otras organizaciones, con las que ha ido construyendo acuerdos cada vez mejor sustentados y articulados. Un fruto significativo de este esfuerzo ha sido el surgimiento, los días 13 y 14 de septiembre pasado, del Movimiento de Liberación Nacional, convocado su Congreso Constituyente entre otros partidos y organizaciones, por el Partido Popular Socialista de México, el Partido Comunista de México, Marxista Leninista, el Frente Popular Francisco Villa, el Frente Popular Revolucionario, el Movimiento Nacional Organizado “Aquí Estamos” y la Red de Izquierda Revolucionaria. El MLN es una organización de organizaciones que agrupa ya a más de cincuenta, de carácter político, social, sindical, campesino, indígena, del movimiento urbano popular, de mujeres y de jóvenes, en lo que constituye el esfuerzo unitario más importante de varias décadas, orientado a articular con eficacia la lucha contra el imperialismo y por la conquista de la plena independencia económica y política de México.
En resumen, podemos afirmar que el movimiento de masas contra el imperialismo y por la Segunda y Definitiva Independencia de México va por buen camino, en franco ascenso y disponiéndose a pasar a la ofensiva en un plazo no distante.